CRÓNICA DE UN VIAJE (CAPÍTULO I)




-REFLEXIONES-

Un día cualquiera sale el sol, madrugador, y la ciudad se levanta. Rodeada y protegida por las murallas, evoca tiempos de oro, de terratenientes, de barcos españoles yendo y viniendo, de amores y desamores. Los niños duermen, cada uno en su particular esquina, o cajero, o canchita de fútbol, pero todos, todos, retrasan el despertar a sabiendas de que vendrá con hambre. Si no hay plata para comer, irán a pié hasta la industria de las afueras, allá donde saben que pueden mendigar un poco de pegamento del industrial. No tiene misterio la tarea, ponen un poco en una bolsa, y toman aire por la boca…maravilloso el drama, otra vez el sueño, y lo mejor, el hambre se ha esfumado, y con él la conciencia de lo bueno y de lo malo. A ratos, pocos, la vida les da una tregua, y ellos a si mismos se la dan también, dejo rodar un balón, y entonces parece que todos olvidan lo que son, poco a poco, desconfiados al principio, dejan que les guarde el pegamento y algún que otro tesoro, machetes, navajas, un par de zapatillas o nada. Juegan sin más. Nada que ver con la vida que uno planea para lo suyos. Soplos de aire fresco insuficientes para devolver el color a sus desteñidas existencias. Son niños tristes y desamparados en medio de una ciudad maravillosa.

Un viaje irremediablemente me trae una duda, el eterno dilema que supone descartar, rechazar lugares, decir que no a olores, colores, luces, matices...y luego proyectar en el destino elegido la tranquilidad de la decisión tomada...mi mente viaja ya...uno nunca imagina del todo lo que va a encontrarse, por mucha ambición que le ponga …pero la sensibilidad del viajero ya le dice que va a volver cambiado, diferente...viajar es cazar al vuelo una oportunidad que la vida nos brinda para empezar de cero. Ir a un sitio donde nadie te conoce, donde uno puede caminar reinventándose a si mismo, lo que has sido, lo que has hecho allá dónde comenzó la aventura, no cuenta; los días que dure mi viaje seré página en blanco, reescribiré una breve historia donde podré ser quien yo elija.
 
Aquella vez un capricho me llevó por casualidad a la bella y maltratada Colombia. Rincón de baile, de fruta y arroces de coco; alma virgen colmada de buenas historias. Yo me había perdido de vista, no me encontraba y un día me desperté y lo tuve claro: era el momento de subirme a un avión y regalarme la sensación de estrenar algo bonito. Durante algunos meses centré mis energías en encontrar un lugar donde poder trabajar, ahorrar algo de dinero y preparar las maletas; de esta manera medio entre precipitada e inconsciente, y recién abierto el paquete del otoñó emprendí mi viaje y cerré los ojos. Lo dejé todo atrás para entregarme en cuerpo y alma al rescate de los "niños de la calle" y de mi misma.
De Madrid a Bogotá, y de ahí directa a Cartagena. Un viaje largo que todos mis sentidos vieron recompensado con creces…

-Y LLEGUÉ-

Nada más bajar del avión, el olfato le saca un gran trecho a la vista, el olor dulce y concentrado del Caribe lo inunda todo, y tarda poco en metérsete por los huesos también, es el principio del fin de la vieja Europa. Lo que he vivido antes, lo que he visto antes y he dado por supuesto, deja de ser. Ya he llegado, y todo se vuelve lejano e interrogante.
Avanza el taxi por la Avenida Pedro de Heredia, miles de puestos hechos con chapas viejas llenan la calle, el pescado se vende a la intemperie, veo frutas desconocidas para mi, en carros tirados por burros, niños descalzos jugando con viejas ruedas de automóvil, rostros mulatos, oscuros y sonrisas francas, todo mezclado. La Avenida está saturada de taxis, busetas, y peatones en medio de un desorden total. No puedo ni abrir la boca, acabo de ver tres personas montadas en la misma moto. Me dirijo al lugar donde viviré los próximos meses y estoy fascinada por el ambiente que hay en la calle, no hay semáforos, no hay pasos de cebra, y a cambio la música suena alta y alegre. "Ya casi hemos llegado" me dice el taxista mientras toca el claxon por enésima vez en 10 minutos.

(Continuará...)

Gracias Amali por la foto, y por acompañarme siempre.

7 comentarios:

Nere dijo...

conozcí a, ya una mujer, que después de 22 años supo que no había tenido infancia por motivos injustos de la vida, fue entonces cuando tubo el valor de reconocer que no había sido feliz. durante dos años ha tratado de revolver su interior para poder recuperar sensaciones, estados emocionales, sonrisas lejanas y el porque de su injusta niñez. gracias a relatos como este una ve que la vida que he tenido nunca podrá ser comparada con la que sufren tantos y tantos niños que viven en una injusta infancia. ayudas a gente como yo a recuperar fuerzas para seguir intentando lo que muchos no tienen, felicidad y posibilidad de disfrutarla.
gracias Marta por ayudarme.

Amali dijo...

Es como revivir el ambiente, los olores,.. las descripciones son alucinantes...te transporta al momento y el lugar.
Como siempre un placer acompañarte.

Itziar dijo...

Me ha gustado mucho,tengo ganas de leer la segunda parte!!!Y qué ganas de viajar me han entrado...por 1 momento me parecía estar metida en el cuento...xx

Pía dijo...

¡Necesito más!No nos puedes dejar así hasta la semana que viene. Si que se me van a hacer largos estos 10 min de viaje;)

Anónimo dijo...

Cómo que continuará??? eso no se hace!! vamos te cuido a las niñas y lo acabas!!!! ayyy hermanita pero qué gusto da leerte!! anita

Zuri dijo...

Muy bueno Martuki, de verdad, me ha encantado. Es autentico, engancha y da gusto saborear las palabras.
Sigue así. Un besazo

Anónimo dijo...

Un buen punto de referencia para apreciar y valorar lo que tenemos. Gracias Marta ! Maria.