LA BÚSQUEDA

Una y otra vez se repetía aquella imagen. Mis pasos vacilantes, abriéndose camino entre la gravilla, me conducían a aquel lugar. Verde, sombrío. Siempre al fondo los bancos, y una silueta de mujer que se recogía sobre si misma encogiéndose un poco, como buscando darse calor con los brazos. Yo la observaba de lejos, mis pisadas sonaban más leves, y se mezclaban con el ruido de las hojas secas bajo mis pies. Como alertada por el sonido de mi proximidad, ella giraba su cabeza hacia el camino, y me buscaba entre los árboles, inquieta su mirada, mientras el viento mecía sus cabellos y mis anhelos. Era una mujer bellísima, de tez muy blanca y rasgos finos. Siempre misteriosa, y con aquella mirada tristísima, de un verde profundo. Me miraba durante apenas unos segundos, y luego, cuando mi corazón se aceleraba, presuroso, se levantaba, casi flotando, y desaparecía entre los árboles del parque dejándome solo.
Aquel día el paisaje apareció ante mí, como siempre. Conocía el camino perfectamente, y por alguna razón no se me ocurría cambiar el itinerario, tratar de llegar a ella por otro lado para poder acercarme más. Mis pasos trazaban, obedientes, el paseo de siempre. La gravilla crujía bajo mi peso. Allí estaba. Me fijé en seguida en que había cambiado su gabardina de siempre por una americana más ligera, se había soltado el pelo, y parecía menos encogida que otras veces. Miraba hacia delante apoyando sus dos manos en el banco. Cada tanto movía la cabeza y sus rizos rojizos se mecían suavemente. Parecía buscar algo, estaba esperando. Traté de acercarme sin hacer ruido, estaba nervioso, temía que pudiera oír mi respiración agitada; Entonces se volvió hacia mí, apenas nos separaban unos metros, nunca habíamos estando tan cerca el uno del otro. Me miró, se puso en pié, y se acercó hacia donde yo me encontraba. Inquieta, jugueteaba con algo entre sus manos, regalándome fugaces y verdes momentos. Cuando apenas nos separaban unos centímetros, puso sus manos sobre mis ojos, obligándome a cerrarlos, y me susurró al oído “¿qué buscas?”. No sabía que decirle, no sabía qué buscaba, mi sueño me llevaba a ella, y aquella visión se había convertido en casi una obsesión. Estaba obsesionado con hablar con ella, con saber que le pasaba, por que estaba triste… y sobre todo, por saber si era real, y algún motivo que yo no alcanzaba a entender, algo nos había unido en aquel sueño. Apenas pude susurrar, “¿Quién eres?”.
Sentí como deslizaba algo en mi mano derecha. Y sentí también un frío repentino. Abrí los ojos, y ya no estaba conmigo. Había vuelto a dejarme solo. En mi mano, una brújula pequeñísima donde aparecía grabado un mensaje: “No dejes de buscar”.
Abatido me senté en el banco. Me encogí sobre mí mismo rodeándome con los brazos, tenía frío y estaba solo. De repente escuche pasos de gravilla, venían del mismo sitio por el que había llegado yo, levanté la vista, y adiviné una sombra, alguien me miraba entre los árboles, casi podía escuchar su corazón latiendo rápido. Me puse en pié, y desaparecí de allí presuroso.
Me desperté bañado en sudor. Desconcertado me incorporé levemente. Algo me incomodaba, alargue la mano hacia la almohada. Se me había debido caer, y descansaba entre las sábanas.
Sobrecogido, respiré intensamente y me repetí, “no dejes de buscar”.
 


5 comentarios:

Pia dijo...

¡Me acabo de dar cuenta de cuanto he echado de menos a Recortables!

mistrucosparaeducar dijo...

Qué alegría que ya estés por aquí guapa!!
Y con la misma fuerza de siempre!! Me has emocionado una vez más.

Zuri dijo...

Muy logrado halo de misterio que lo envuelve todo... que tensión...

Recortables y Quimeras dijo...

Me ha preguntado mucha gente por este relato...bueno, entiendo que en esta vida podemos ser soñadores, y a al vez, soñados. Estar en un lado y en el otro, simultáneamente. Tener la valentía de acercarnos al banco, y no darnos cuenta que quizas, detrás de los árboles hay alguien soñandonos. Eso, y que siempre, siempre hay que seguir soñando y bregando para consguir lo que queremos. Que se puede, que se puede. Lauri, vuelvo con mñas fuerza, ahora tengo algo que antes no tenía. Mi propio angel de la guarda. :-)

nere dijo...

Me encanta, otra vez mi enhorabuena. me fascina lo que e sentido al ver a esa mujer cambiada, ha encontrado lo que buscaba. creo que es importante no rendirse y encontrarse a uno mismo, es parte muy importante de la felicidad.
estos datos pasarían por alto en la rutina de no ser por tus maravillosos relatos. muchas gracias.
un beso muy gordo a tus "gordis" de mi parte.