Cuando nuestras largas tardes de juegos llegaban a su fin, y la cena estaba ya en el fuego, entonces escuchábamos como se cerraba la puerta del ascensor, y el tintineo de las llaves en sus manos, y corríamos a su encuentro alborotados. Aquel abrazo con corbata nos levantaba un palmo del suelo cada noche, dejándonos en el alma ese sabor tan dulce a momentos compartidos, a seguridad y a familia.
Aspiro fuerte ahora con los ojos cerrados, y sin el menor esfuerzo me recuesto en su hombro otra vez. Huele a limpio. Me sostiene fuerte, y de cuando en cuando me acaricia el pelo. A ratos camina, y otros ratos me sostiene mientras habla con sus amigos, y ríe. Siento como se mueve mientras su risa me llena el corazón y la infancia de ese entusiasmo tan suyo…
Y pestañeo y -ahora unos años después- le veo reírse y jalearnos mientras el velero se escora sin remedio. Sus ojos hacen juego con el mar, y tiene una alegría tan contagiosa que no te queda más remedio que seguirle e izar velas, y luego zambullirte en alta mar dejando los miedos a un lado. Porque nadie como él era capaz de convertir una tarde cualquiera en una fiesta de pan y mantequilla, o de un Neskuik con dos galletas; nadie como el alejaba las nubes de nuestro cielo con su espada de príncipe fuerte, porque “la tristeza está aquí” decía mientras señalaba nuestras cabecitas.
Mi padre me ha enseñado que en familia es como mejor se está, y no importa los años que pasen, porque cada vez que escuche un silbido parecido al suyo, me volveré, y esperaré verlo a la vuelta de la esquina, caminando sonriente y guapo, a nuestro encuentro.
Alguien llama a la puerta, es mi hija Inés; se acerca a mi mesa, y me pregunta bajito.
_¿Qué haces mama?
_Escribo algo para el abuelo.
_Echo de menos a “mi agüelo” mama.
La cojo en brazos, y le miro a los ojos, los suyos también hacen juego con el mar…
_Yo también le echo de menos.
4 comentarios:
Que bonito Marta , ya me has hecho llorar otra vez! yo también echo de menos a mi padre...
un beso gordo !
Cris
Tu papá estará hinchadito, hinchadito como un pavo.
Precioso, Marta!
Es verdad que tú querida Inés tiene los ojos igualitos que su agüelo. Siempre podrás recordarlo muy de cerca mirando a los ojos más preciosos de tú mundo, Inés ha heredado un gran regalo, la capacidad de expresar infinidad de cosas con sólo una mirada.
Gracias por seguir escribiendo, aunque la musa a veces te haga dudar. Un secreto: la musa es quién menos te lo esperas.
Un besazo para ti y tus preciosas Inés y Miren.
Ánimo.
El arranque del relato, ese primer párrafo, es genial.
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