ESPERAME

Llevaba tanto tiempo sumida en aquel desanimo, que cuando abrió la carta le faltó el aliento. Los trazos eran vacilantes, muchas veces ilegibles, pero aquella letra podía ser suya. Durante los últimos meses lo habían buscado sin descanso, pero todos los esfuerzos habían resultado estériles. Lo daban por muerto. Eso le había dicho la policía, eso y que el caso estaba cerrado.
Era tarde. Acarició el papel entre sus manos y se lo acercó a la nariz, aspiró fuerte buscando algo, un olor familiar, algo que reavivara sus recuerdos y despertara el alma ausente. Pero no encontró nada entre tanta palabra. De pronto se sintió inquieta. Muerto. Habían celebrado un funeral, y lo había llorado hasta marchitarse.
Repentinamente percibió un estallido. La luz se había ido. Se asomó a la ventana, todo el barrio estaba a oscuras. Se acercó al armario de la cocina y cogió una vela. La tenue luz proyectó mil sombras en el pasillo. La llama tintineaba acompañando sus pasos. Caminaba hacía el cuarto del fondo. De allí brotaba, casi imperceptible, un llanto lejano. Con el corazón encogido, alargó la mano derecha hacia el pomo de la puerta, y en ese mismo segundo una exhalación hizo que la llama de la vela se inclinara y terminara por apagarse. Una negrura total la atrapó.
No se atrevía a moverse. El llanto había cesado, pero sentía una respiración cercana. Estaba ahí. Sentía su aliento agitado. Súbitamente un sonido la hizo recuperar la conciencia. Era el teléfono. Se apresuró a cogerlo. Parecía que la luz había vuelto.

- “¿Dígame?”, preguntó
- “¿Ana?” dijo alguien.
- “Sí, soy yo”.
- “Ana…” la voz al otro lado del teléfono la llamó arrastrando su nombre con una enorme tristeza.
Ana escuchaba mientras trataba de controlar sus manos temblorosas. “¿Quién es?, ¿Eres tú?, ¿oiga?, ¿oiga?”.
La comunicación se había cortado, las lágrimas envolvían su rostro, y sólo sus sollozos rasgaban el silencio. Un fuerte olor le hizo levantar la cabeza, venía de la cocina, corrió por el pasillo, olía a quemado; en el suelo, las llamas engullían un papel, lo cogió antes de que fuera devorado por el fuego.
Alcanzó únicamente a leer las últimas palabras, “Ana, espérame”.



Esta semana vuelve a compartir su arte Pia Alzaga. ¡Muchas gracias por tu visión de esta historia!